El hígado y la vesícula biliar están situados en la parte superior derecha del abdomen y se conectan entre sí por medio de las vías biliares, que son unos conductos que desembocan en el primer segmento del intestino delgado (el duodeno). Aunque el hígado y la vesícula biliar comparten algunas funciones, son órganos muy distintos.
Las pruebas hepáticas son unos análisis de sangre que representan una técnica no invasiva para detectar la presencia de una enfermedad hepática (por ejemplo, la hepatitis viral en la sangre procedente de donaciones) y permiten medir la gravedad y el progreso de las enfermedades hepáticas, así como su respuesta al tratamiento.
El organismo debe procesar (modificar químicamente o metabolizar) los fármacos o medicamentos para ser capaz de utilizarlos y eliminarlos. La mayor parte de este tratamiento se produce en el hígado por parte de las enzimas hepáticas. Por lo tanto, los fármacos y el hígado pueden interaccionar de varias maneras:
La fibrosis es la formación de una cantidad excesivamente grande de tejido cicatricial en el hígado. Se produce cuando el hígado intenta reparar y reemplazar las células dañadas.
El hígado produce la bilis, un líquido verde-amarillento, espeso y viscoso. La bilis ayuda a la digestión al facilitar la absorción de colesterol, de otras grasas y de vitaminas liposolubles desde el intestino. La bilis también ayuda a eliminar ciertos productos de desecho del organismo (principalmente la bilirrubina y el exceso de colesterol), así como subproductos de la descomposición de los fármacos.