Enfermedades causadas por E. coli
La infección más común causada por E. coli es la urinaria, que por lo general es una infección ascendente (desde el periné, a través de la uretra). E. coli también puede causar prostatitis y enfermedad inflamatoria pélvica (EIP).
Normalmente, la E. coli habita en el tracto gastrointestinal; sin embargo, algunas cepas han adquirido genes que les permiten causar infecciones intestinales. Cuando se ingieren, las siguientes cepas pueden causar diarreas:
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Enterohemorrágicas: estas cepas (entre ellas el serotipo O157:H7 y otros) producen varias citotoxinas, neurotoxinas y enterotoxinas, incluida la toxina Shiga (verotoxina), y causan una diarrea sanguinolenta; en el 2 al 7% de los casos, se desarrolla un síndrome urémico hemolítico. A menudo, estas cepas se adquieren por el consumo de carne picada mal cocida, pero también pueden serlo de personas infectadas, por vía fecal-oral, cuando la higiene es inadecuada.
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Enterotoxigénicas: estas cepas pueden causar diarrea acuosa, especialmente en lactantes y en viajeros (diarrea del viajero).
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Enteroagresivas: estas cepas producen diarrea inflamatoria.
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Enteropatogénicas: estas cepas pueden causar diarrea acuosa, especialmente en lactantes.
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Enteroagregativas: algunas cepas están apareciendo como posible causa importante de diarrea persistente en pacientes con sida o en niños de regiones tropicales.
Otras cepas son capaces de causar infecciones extraintestinales si las barreras anatómicas normales del intestino están interrumpidas (p. ej., por isquemia, enfermedad intestinal inflamatoria o traumatismos), en cuyo caso los microorganismos pueden diseminarse a estructuras adyacentes o invadir el torrente sanguíneo. También se producen infecciones hepatobiliares, peritoneales, cutáneas y pulmonares. La bacteriemia por E. coli puede producirse también sin una puerta de entrada evidente.
En recien nacidos, especialmente los nacidos en forma prematura, son comunes las infecciones por E. coli como la bacteriemia y la meningitis (causadas por cepas con cápsula K1, un marcador de invasión neurológica).
Diagnóstico
Tratamiento
El tratamiento de las infecciones por E. coli debe iniciarse en forma empírica según el sitio y la gravedad de la infección (p. ej., infección leve de la vejiga, sepsis urinaria) y luego modificarse de acuerdo con el antibiograma. Muchas cepas son resistentes a ampicilina y tetraciclinas, por lo que deben usarse otros fármacos; entre ellos, ticarcilina, piperacilina, cefalosporinas, carbapenémicos, fosfomicina, nitrofurantoína, aminoglucósidos, trimetoprim/sulfametoxazol (TMP/SMX) y fluoroquinolonas.
Puede ser necesaria la cirugía para controlar el origen de la infección (p. ej., drenar el pus, desbridar lesiones necróticas o extraer cuerpos extraños).
La infección GI por E. coli enterohemorrágica (ECEH) no se trata con antibióticos.
Resistencia a fármacos
Además de ser resistente a ampicilina y tetraciclina, E. coli se han vuelto cada vez más resistente a TMP/SMX y fluoroquinolonas. Además, han aparecido cepas resistentes a múltiples fármacos que producen beta-lactamasas de espectro extendido (BLEE), como una importante causa de infección urinaria y sepsis adquiridas en la comunidad. Las BLEE pueden hidrolizar a la mayoría de los beta-lactámicos, incluyendo penicilinas y cefalosporinas de amplio espectro y monobactámicos, pero no a los carbapenémicos (imipenem, meropenem, doripenem, ertapenem); deben usarse carbapenémicos para la E. coli productora de BLEE. La fosfomicina tiene actividad contra las cepas resistentes a múltiples fármacos y es una alternativa oral para las infecciones urinarias más bajas.