En busca de la fuente de la juventud

Todo el mundo quiere saber cómo mantenerse joven y vivir más tiempo. Los investigadores están buscando en los genes, las células, las hormonas, los patrones de alimentación y otros factores, pistas sobre las causas del envejecimiento y cómo prevenirlo o retrasarlo. Los estudios han identificado tres estrategias que pueden ayudar a vivir más tiempo:

Las personas que hacen ejercicio tienen más salud que las que no lo hacen. El ejercicio tiene muchos beneficios para la salud: mejora y mantiene la capacidad de realizar actividades diarias, ayuda a mantener un peso adecuado y a prevenir o retrasar trastornos como la enfermedad de las arterias coronarias, el cáncer, la diabetes, el deterioro cognitivo y la muerte prematura. Los ejercicios de resistencia (por ejemplo, caminar, montar en bicicleta, bailar, nadar, hacer ejercicios aeróbicos de bajo impacto) tienen muchos beneficios para la salud bien documentados para los adultos mayores. Los ejercicios de fortalecimiento muscular también tienen beneficios acreditados. Los programas de ejercicio que son más extenuantes que caminar pueden consistir en cualquier combinación de 4 tipos de ejercicio.

  • Resistencia (aeróbica)

  • Fortalecimiento muscular

  • Ejercicios de equilibrio (por ejemplo, tai chi)

  • Flexibilidad

Las personas, según su condición médica y su nivel de condición física, deberían poder seleccionar las actividades con las que disfrutan, aunque se les debe alentar a incluir los 4 tipos de ejercicio anteriores.

Las personas que siguen una dieta baja en grasas que incluya muchas frutas y verduras tienen mejor salud que las personas que comen más grasas y carbohidratos. Además, las personas que viven en los países mediterráneos y consumen la llamada dieta mediterránea parecen vivir más tiempo. En general, se cree que esta dieta es más sana que las dietas del norte de Europa o de Estados Unidos, ya que se compone de más cereales integrales, frutas, verduras, legumbres, frutos secos y pescado, y menos carnes rojas. Además, la principal grasa consumida es el aceite de oliva. El aceite de oliva contiene vitaminas y grasas monoinsaturadas en lugar de saturadas. Las grasas monoinsaturadas no aumentan el colesterol como las grasas saturadas. Pruebas indican que una dieta mediterránea reduce los infartos de miocardio, los accidentes cerebrovasculares, la muerte cardiovascular y la aparición de la diabetes. En consecuencia, la mayoría de los expertos recomiendan seguir esta dieta. (Sin embargo, el consumo de muy pocas calorías, proteínas o nutrientes conlleva riesgos para la salud que pueden afectar la calidad de vida o tener efectos peores (como la pérdida de tejido muscular, una afección llamada sarcopenia. Las personas deben consumir suficientes nutrientes pero no demasiados).

Seguir una dieta baja en calorías de por vida puede contribuir a tener una vida más larga, posiblemente debido a que esto ralentiza el metabolismo del organismo, reduce el número de determinadas sustancias dañinas en el organismo, o ambas cosas. Estas sustancias dañinas, llamadas radicales libres, son subproductos de la actividad normal de las células. Se cree que el daño causado a las células por los radicales libres contribuye al envejecimiento y a la aparición de trastornos tales como la enfermedad de las arterias coronarias y el cáncer. Sin embargo, no se han realizados estudios en personas para comprobar si una dieta baja en calorías puede prolongar la vida.

Estas tres estrategias requerirían un cambio importante en el estilo de vida para la mayoría de las personas. En consecuencia, muchas personas buscan formas menos exigentes de prevenir o retrasar el envejecimiento; por ejemplo, intentan controlar los radicales libres de otras formas. Las sustancias denominadas antioxidantes pueden neutralizar los radicales libres y, en teoría, de esta manera ayudan a prevenir el daño a las células. Las vitaminas C y E son antioxidantes. Así que algunas personas toman grandes cantidades de estas vitaminas como suplementos con la esperanza de frenar el proceso de envejecimiento. Otros antioxidantes, como el beta-caroteno (una forma de vitamina A), se toman como suplementos en algunas ocasiones. En teoría, consumir antioxidantes para prevenir el envejecimiento tiene sentido. Sin embargo, los médicos se dan cuenta ahora de que el cuerpo a veces usa los radicales libres de forma beneficiosa; por ejemplo, como parte del sistema inmunitario de defensa. Por lo tanto, también hay razones para pensar que el consumo de grandes cantidades de antioxidantes puede no ser beneficioso y existen algunos indicios de que la toma de dosis elevadas de vitamina E y a veces de betacaroteno puede ser peligrosa. En cualquier caso, ningún estudio ha demostrado que los antioxidantes tomados como suplementos prevengan o retrasen el envejecimiento. Además, hay pruebas directas de que los antioxidantes tomados como suplementos no protegen contra enfermedades como el ataque cardíaco, el derrame cerebral o el cáncer, ni tampoco aumentan la esperanza de vida. Además, no se ha demostrado que los suplementos sean inofensivos.

Los niveles de algunas hormonas disminuyen a medida que las personas envejecen. Así pues, algunas personas pueden tratar de demorar o retrasar el envejecimiento tomando suplementos de estas hormonas, como por ejemplo Por ejemplo testosterona, estrógenos, DHEA (deshidroepiandrosterona), hormona del crecimiento humano y melatonina. Pero no hay pruebas que demuestren que los suplementos hormonales tengan algún efecto sobre el envejecimiento, y algunos de ellos implican riesgos bien conocidos. Además, algunos expertos creen que la disminución en los niveles de ciertas hormonas en realidad puede prolongar la vida al disminuir el metabolismo del organismo.

Algunas personas creen que ciertas prácticas orientales como el yoga, el tai chi y el qi gong pueden prolongar la vida. Estas prácticas responden al principio de que la salud implica a toda la persona (aspectos físicos, emocionales, mentales y espirituales) y tratan de buscar el equilibrio del organismo. Las técnicas suelen consistir en relajación, técnicas de respiración, dieta y meditación, así como ejercicio físico. Estas prácticas son seguras para las personas mayores y, probablemente, hacen que se sientan mejor. Pero es difícil demostrar que prolonguen la vida.