En los pacientes con trastornos renales, los signos y síntomas pueden ser no específicos o no manifestarse hasta que la enfermedad está avanzada. Las manifestaciones pueden ser locales (p. ej., reflejando una inflamación o una masa en el riñón), se producen por los efectos sistémicos de la disfunción del riñón o afectan la micción (p. ej., cambios en la propia orina o en su producción). (Véase también Evaluación del paciente urológico).
La disuria es el dolor o la molestia al orinar, generalmente en forma de una sensación de ardor intenso. Algunos trastornos causan un dolor fuerte sobre la vejiga o el periné. La disuria es un síntoma muy común en las mujeres, pero puede aparecer en los hombres y presentarse a cualquier edad.
La lesión renal aguda es la disminución rápida de la función renal en días o semanas que causa la acumulación de productos nitrogenados en la sangre (azoemia) con o sin reducción de la diuresis. A menudo se produce por una perfusión renal inadecuada debida a un traumatismo grave, una enfermedad o una cirugía, pero a veces se debe a una enfermedad renal intrínseca de progresión rápida. Los síntomas pueden incluir anorexia, náuseas y vómitos. Si el cuadro no se trata, pueden producirse convulsiones y coma. Se desarrollan rápidamente alteraciones de los líquidos, los electrolitos y el equilibrio ácido-básico. El diagnóstico se basa en pruebas de laboratorio de la función renal, entre ellas, la determinación de creatinina sérica. Para determinar la causa se necesitan los índices urinarios, el análisis del sedimento urinario y, a menudo, imágenes y otros estudios (incluso a veces una biopsia renal). El tratamiento se dirige a la causa, pero también incluye la compensación de líquidos y electrolitos, y a veces la diálisis.
La hiperplasia prostática benigna es el crecimiento excesivo, adenomatoso, no maligno de la glándula prostática periuretral. Los síntomas son los de una obstrucción de la salida vesical: chorro de orina débil, dificultad para iniciar la micción, polaquiuria, tenesmo, nocturia, vaciamiento incompleto, pérdida de orina, incontinencia por rebosamiento o de urgencia y retención urinaria completa. El diagnóstico se basa principalmente en el tacto rectal y en los síntomas; también pueden necesitarse la cistoscopia, la ecografía transrectal, los estudios urodinámicos u otros estudios por la imagen. Las opciones para el tratamiento son los inhibidores de la 5-alfa reductasa, los alfa-bloqueantes, el tadalafilo y la cirugía.
La insuficiencia renal crónica es el deterioro progresivo y a largo plazo de la función renal. Los síntomas se desarrollan lentamente y en los estadios avanzados incluyen anorexia, náuseas, vómitos, estomatitis, disgeusia, nocturia, cansancio, fatiga, prurito, disminución de la agudeza mental, calambres y contracturas musculares, retención de agua, desnutrición, neuropatías periféricas y convulsiones. El diagnóstico se basa en pruebas de laboratorio de la función renal, a veces seguidas por una biopsia del riñón. El tratamiento se dirige principalmente a la patología de base, pero incluye reposición hidroelectrolítica, control de la presión arterial, tratamiento de la anemia, varios tipos de diálisis y trasplante de riñón.
La enfermedad quística renal puede ser congénita o adquirida. Los trastornos congénitos pueden ser heredados como trastornos autosómicos dominantes o autosómicos recesivos, o tener otras causas (p. ej., mutaciones esporádicas, anomalías cromosómicas, efectos de teratógenos). Algunos forman parte de un síndrome de malformaciones (véase tabla ).
El cáncer de vejiga suele ser un carcinoma de células transicionales (uroteliales). Los pacientes suelen presentar hematuria (más comúnmente) o síntomas de irritación en la micción, como polaquiuria o urgencia; más tarde, la obstrucción urinaria puede causar dolor. El diagnóstico se establece por cistoscopia y biopsia. El tratamiento se realiza con fulguración, resección transuretral, instilaciones intravesicales, cirugía radical, quimioterapia, radioterapia externa o una combinación de ellas.
La parafimosis, el atrapamiento del prepucio en posición retraída, es una urgencia urológica que requiere la reducción del prepucio a su posición distal normal alrededor del glande, para prevenir la necrosis del glande.
El desarrollo sexual y la función hormonal masculinos dependen de un complejo circuito de retroalimentación que involucra al hipotálamo, la hipófisis y los testículos, modulados por el sistema nervioso central. Las disfunciones sexuales masculinas pueden ser secundarias a hipogonadismo, trastornos neurovasculares, fármacos u otros trastornos.
La uropatía obstructiva es la interrupción estructural o funcional del flujo normal de la orina que a veces conduce a una disfunción renal (nefropatía obstructiva). Los síntomas, menos probables en la obstrucción crónica, pueden incluir dolor irradiado a los dermatomas T11 y T12 y anomalías de la micción (p. ej., dificultad, anuria, nocturia y/o poliuria). El diagnóstico se establece a partir de estudios de cateterismo o sondeo de la vejiga, cistouretroscopia e imágenes (p. ej., ecografía, TC, pielografía) según el nivel en el cual se encuentre la obstrucción. El tratamiento, que depende de la causa, puede requerir drenaje de urgencia, instrumentación, cirugía (p. ej., endoscopia, litotricia), terapia hormonal o una combinación de ellas.
La terapia de sustitución renal es el reemplazo de la función del riñón en pacientes con insuficiencia renal, y se usa en ocasiones para algunas formas de intoxicación. Las técnicas utilizadas incluyen la hemofiltración y hemodiálisis continuas, la hemodiálisis intermitentey la diálisis peritoneal. Todas las modalidades intercambian solutos y extraen líquidos de la sangre por medio de la diálisis y la filtración a través de membranas permeables.
Muchas sustancias se secretan o se reabsorben en el sistema de túbulos renales, entre ellas, electrolitos, protones, moléculas de bicarbonato, glucosa, ácido úrico, aminoácidos y agua libre. La alteración de estos procesos puede producir síndromes clínicos.
La nefroesclerosis arteriolar hipertensiva es una alteración renal progresiva causada por una hipertensión crónica no controlada. Pueden aparecer signos y síntomas de enfermedad renal crónica (p. ej., anorexia, náuseas, vómitos, prurito, somnolencia y confusión), así como signos de daños orgánicos secundarios a la hipertensión. El diagnóstico es principalmente clínico, y se apoya en la ecografía y en los resultados de las pruebas de laboratorio de rutina. El tratamiento es el control estricto de la presión arterial y el soporte de la función renal.
Las enfermedades tubulointersticiales son trastornos clínicamente heterogéneos que comparten características similares a los de las lesiones tubulares e intersticiales. En los casos graves y prolongados, todo el riñón puede estar involucrado, con disfunción glomerular e incluso insuficiencia renal. Las principales categorías de enfermedades tubulointersticiales son
Los cálculos urinarios son partículas sólidas que se encuentran en el aparato urinario. Pueden causar dolor, náuseas, vómitos, hematuria y, posiblemente, escalofríos y fiebre debido a las infecciones secundarias. El diagnóstico se basa en el análisis de orina y en las imágenes radiológicas, por lo general obtenidas por TC helicoidal sin contraste. El tratamiento se lleva a cabo con analgésicos, antibióticos para la infección, terapia médica para la expulsión y, a veces, litotricia con ondas de choque o procedimientos endoscópicos.
Las infecciones urinarias (IU) pueden dividirse en infecciones del tracto superior, que afectan a los riñones ( pielonefritis), e infecciones del tracto inferior, que involucran a la vejiga ( cistitis), la uretra ( uretritis) o la próstata ( prostatitis). Sin embargo, en la práctica, y especialmente en pacientes pediátricos, la diferenciación entre estos sitios puede ser difícil o imposible. Además, la infección a menudo se disemina de una zona a otra. Aunque la uretritis y la prostatitis son infecciones que afectan al tracto urinario, el término infección urinaria por lo general se utiliza para la pielonefritis y la cistitis.
Los trastornos de la micción afectan el almacenamiento o la eliminación de la orina, ya que ambos procesos están controlados por los mismos mecanismos neurológicos y urinarios. El resultado es la incontinencia o la retención de orina.