Control de esfínteres

PorDeborah M. Consolini, MD, Thomas Jefferson University Hospital
Revisado/Modificado may. 2023
Vista para pacientes

    El control de esfínteres implica el reconocimiento de la preparación y la implementación de los distintos pasos para llevarlo a cabo: charlar al respecto, desvestirse, defecar u orinar, volver a vestirse, accionar el depósito de agua del retrete y lavarse las manos.

    Se puede entrenar a la mayoría de los niños para que controlen el esfínter anal entre los 2 y 3 años, y para que controles el esfínter vesical entre los 3 y 4 años. A los 5 años, el niño promedio puede ir al baño solo. Para la incontinencia en niños ≥ 4 años, véase Incontinencia urinaria en niños e Incontinencia fecal en niños.

    La clave para el control de esfínteres exitoso es reconocer los signos de que el niño está preparado para el entrenamiento (por lo general, a los 18-24 meses):

    • Los niños pueden permanecer secos durante varias horas.

    • Muestran interés por sentarse en un orinal y expresan signos visibles de prepararse para orinar o defecar.

    • Demandan después que se les cambie el pañal.

    • Pueden colocar cosas donde corresponde, y pueden comprender y ejecutar órdenes verbales simples.

    Todos los cuidadores deben tener un método consistente sobre el control de esfínteres.

    El método del horario es el método más frecuentemente usado. Una vez que el niño ha demostrado estar preparado, el padre le cuentan lo que sucederá eligiendo palabras que él pueda comprender y decir con facilidad. El niño comienza a usar el orinal y a sentarse en él completamente vestido; después practica bajarse la ropa, sentarse en el orinal durante 5 o 10 minutos y volver a vestirse. Se le explica varias veces el objetivo del ejercicio y se enfatiza colocando los pañales mojados o sucios en el orinal. Una vez que se ha establecido esta relación entre el orinal y la evacuación, el padre trata de anticipar la necesidad de evacuación del niño y reforzarla de forma positiva para conseguir una evacuación exitosa. También se alienta al niño a que practique usar el orinal siempre que sienta la necesidad de evacuar. Se le debe enseñar a accionar el depósito de agua y a lavarse las manos después de cada evacuación. Para los niños que no tienen horarios predecibles, este tipo de plan es difícil, y debe diferirse el entrenamiento hasta que puedan anticipar la evacuación por sí mismos. La ira o el castigo por los accidentes o la falta de éxito son contraproducentes.

    Los niños que se niegan a sentarse en el orinal deben volver a intentarlo después de comer. Si la negativa persiste durante días, la mejor estrategia es posponer el entrenamiento en control de esfínteres durante por lo menos varias semanas. La modificación de la conducta otorgando una recompensa por el control de esfíntres exitoso es una opción; una vez establecido el patrón, se suspenden gradualmente las recompensas.

    Deben evitarse las luchas de poder, porque suelen provocar regresión de cualquier progreso que se haya realizado y pueden tensar la relación padre-hijo. Los niños que controlan esfínteres pueden dejar de hacerlo cuando presentan trastornos físicos o emocionales, o cuando sienten la necesidad de recibir mayor atención o cuando nace un hermano. La negativa a usar el orinal también puede representar manipulación. En estas situaciones, se aconseja a los padres que no presionen a los niños, que ofrezcan incentivos y, si es posible, que presten más atención y cuidados al niño en momentos que no impliquen controlar los esfínteres.

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