Edad y salud: riesgo quirúrgico y edad

A mediados del siglo XX, los cirujanos a menudo dudaban en realizar incluso operaciones simples a personas mayores de 50 años. Los tiempos han cambiado. Hoy en día, más de un tercio de las operaciones en los Estados Unidos se realizan en personas de más de 65 años de edad.

Sin embargo, la edad sí aumenta el riesgo de complicaciones durante y después de la cirugía. Por ejemplo, es mucho más probable que las personas de edad avanzada sufran delirio tras la cirugía, en comparación con las personas jóvenes. También son más propensas a sufrir complicaciones graves derivadas del reposo en cama, que pueden aparecer tras la cirugía. Estas complicaciones incluyen

  • Coágulos de sangre

  • Pérdida de músculo

  • Neumonía

  • Infecciones de las vías urinarias

El riesgo de fallecimiento durante o después de la intervención quirúrgica también aumenta con la edad. Más de tres cuartas partes de los decesos que se producen en el periodo inmediatamente posterior a la intervención quirúrgica son de personas de edad avanzada. Además, cuando se realiza una intervención de urgencia, o cuando se trata de una cirugía del tórax o el abdomen, aumenta el riesgo de muerte en todos los grupos de edad, pero sobre todo en el grupo de personas de edad avanzada.

Aunque la edad es en sí misma un factor de riesgo, la salud general y la presencia de ciertas enfermedades aumentan el riesgo quirúrgico mucho más que la edad. Haber sufrido un ataque cardíaco en los 6 meses previos a un procedimiento quirúrgico aumenta enormemente el riesgo, así como una insuficiencia cardíaca mal controlada. Por ejemplo, la insuficiencia cardíaca, la desnutrición (frecuente en las personas de edad avanzada que viven en establecimientos sanitarios) y un dolor torácico especialmente intenso o que aumente gradualmente (angina inestable) incrementan el riesgo asociado a la cirugía en las personas de edad avanzada. Los problemas pulmonares, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, son motivo de cierta preocupación durante la valoración de los riesgos de la cirugía, especialmente entre los fumadores. Una función renal deteriorada, la diabetes de tipo 1, accidentes cerebrovasculares o ataques isquémicos transitorios anteriores, además de los problemas de la función mental, como la demencia, también pueden aumentar el riesgo.

Ciertos procedimientos quirúrgicos suponen más riesgo que otros. Por ejemplo, la cirugía en el abdomen o en el tórax, la extirpación de la próstata y la cirugía mayor en una articulación (como la sustitución de cadera) aparecen en los primeros puestos en la lista de procedimientos de riesgo. Muchos de los procedimientos a los que se someten las personas de edad avanzada de manera habitual, como una operación de cataratas o una intervención en articulaciones pequeñas, representan un riesgo menor. Si una persona mayor está bien en general, la mayoría de las operaciones, incluidas las que se consideran de mayor riesgo, pueden llevarse a cabo sin problemas.

Aun cuando los riesgos de la cirugía sean elevados, pueden ser compensados por los beneficios potenciales. Por ejemplo, una cirugía que implica un riesgo de muerte, como la reparación de un gran aneurisma aórtico, debe considerarse si se espera que esa persona viva unos 8 o 10 años más, ya que ese tipo de aneurisma aumenta el riesgo de muerte si no se repara. Sin embargo, esta intervención debe evitarse si otras enfermedades limitan la esperanza de vida a solo 1 o 2 años.

Cuando los riesgos de la operación son bajos, el bajo riesgo puede verse superado por una falta de beneficio. Por ejemplo, algunas personas creen que el riesgo de procedimientos aún menores (por ejemplo, un injerto de piel en una úlcera por presión), que generalmente es muy bajo, sigue siendo demasiado grande para justificar llevar a cabo una operación en una persona con demencia avanzada.