La intimidad se refiere a un sentimiento de cercanía compartido entre dos personas. Se basa en el conocimiento y la familiaridad con la otra persona. Incluye la intimidad emocional, social (basada en experiencias compartidas) y física (incluidos contacto físico, caricias y relaciones sexuales).
El deseo de intimidad no disminuye con la edad, y no hay edad en la que la intimidad, incluso la intimidad física, sea inapropiada. Sin embargo, los trastornos y los cambios emocionales que a menudo ocurren con el envejecimiento pueden interferir con el desarrollo y mantenimiento de una relación íntima. El envejecimiento también puede cambiar la forma de expresar la intimidad.
La intimidad, en particular la intimidad física, puede perderse debido a las siguientes razones:
Pérdida de la pareja: la pérdida o ausencia de la pareja probablemente es la barrera más frecuente a la intimidad relacionada con la edad.
Trastornos: varios trastornos se hacen más frecuentes a medida que las personas envejecen. Pueden interferir con la intimidad física. Los trastornos vasculares y la diabetes pueden causar disfunción eréctil. La artritis puede limitar los movimientos y hacerlos dolorosos. El dolor, la incomodidad, los fármacos y la preocupación asociada a un trastorno pueden frenar el deseo de intimidad. El deterioro cognitivo y la demencia pueden complicar las cuestiones de consentimiento y comodidad en la intimidad. Para la pareja, el estrés y las exigencias de los servicios de cuidado pueden interferir con la intimidad.
Uso de medicamentos: las personas mayores son más propensas a tomar medicamentos (como los empleados para tratar la hipertensión arterial o los que afectan la funcionalidad cerebral). Algunos de ellos pueden causar problemas que afectan a la intimidad (por ejemplo, disfunción eréctil o disminución del deseo sexual).
Cambios relacionados con la edad: los niveles de hormonas sexuales disminuyen y causan cambios que hacen que las relaciones sexuales sean incómodas o difíciles. Por ejemplo, el revestimiento de la vagina puede adelgazarse (atrofia) y la lubricación vaginal puede verse reducida. El deseo sexual puede disminuir.
Reticencia a discutir los efectos del envejecimiento: las personas mayores que desarrollan problemas que interfieren con la intimidad física, o que se sienten avergonzadas por los cambios en su cuerpo (por ejemplo, las arrugas o la flacidez de la carne) pueden ser reacias a discutir estos cambios con la pareja o el médico.
Discrepancia con las expectativas de la pareja: un miembro de la pareja puede desear ciertas expresiones físicas de intimidad, mientras que el otro no.
Falta de privacidad: las personas mayores que viven con familiares o en una residencia tienen menos oportunidades de privacidad, que son necesarias para la intimidad física.
Cambio a otras formas de intimidad: la pasión puede que se suavice, después de años de convivencia. Las relaciones sexuales pueden ser menos frecuentes o inexistentes. Muchas parejas, la mayoría sin prestar mucha atención a ello, evolucionan hasta preferir otras formas de intimidad (por ejemplo tocarse, hacerse masajes, besarse o utilizar expresiones verbales de afecto) que expresan la familiaridad, el cuidado o el compromiso con la pareja.
Sin embargo, muchas personas mayores también siguen teniendo una relación sexual sana. La intimidad, en particular la intimidad física, puede ayudar a prevenir la depresión y a mejorar la autoestima y la salud física.
Si se tiene una nueva pareja sexual se debe practicar el sexo seguro. Cada vez hay más personas mayores que adquieren infecciones de transmisión sexual (incluido el sida). Estas infecciones son un riesgo, independientemente de la edad.