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Recién nacidos
Bajo peso al nacer (especialmente cuando es inferior a 1,5 kg)
Baja puntuación del test de Apgar (inferior a 5 en el primer minuto o inferior a 7 a los 5 minutos del nacimiento)
Bajos niveles de oxígeno en sangre o convulsiones producidas por un parto difícil
Infección antes del nacimiento por rubéola, sífilis, herpes, citomegalovirus o toxoplasmosis
Anomalías en el cráneo o en la cara, especialmente las que afectan el oído externo y el conducto auditivo externo (véase Anomalías en el desarrollo del oído externo)
Alta concentración de bilirrubina (un producto de desecho) en la sangre (ver Ictericia del recién nacido)
Meningitis bacteriana (ver Meningitis en niños)
Infecciones sanguíneas (septicemia)
Uso de un respirador artificial (una máquina que ayuda a introducir y extraer el aire de los pulmones) durante un largo periodo de tiempo
Uso de determinados fármacos, como antibióticos aminoglucósidos y algunos diuréticos
Antecedentes de pérdida auditiva temprana en uno de los progenitores o en un familiar cercano
Niños mayores
Todos los anteriores, más los siguientes:
Un traumatismo craneal con fractura craneal o pérdida de consciencia
Las infecciones crónicas del oído medio o un colesteatoma
Algunos trastornos neurológicos, como neurofibromatosis y trastornos neurodegenerativos (como el síndrome de Hunter)
La exposición al ruido de alta intensidad o durante períodos largos
Perforación del tímpano debida a infecciones o traumatismos