El sistema nervioso está formado por dos sistemas diferenciados: el sistema nervioso central (el encéfalo y la médula espinal) y el sistema nervioso periférico (los nervios localizados fuera del encéfalo y de la médula espinal).
La unidad básica del sistema nervioso es la célula nerviosa, llamada neurona. Las neuronas están constituidas por un cuerpo celular grande y dos tipos de fibras nerviosas:
Normalmente, los nervios transmiten los impulsos eléctricos en una única dirección, desde el axón de una única célula nerviosa (también denominada neurona) generadora de impulsos a las dendritas receptoras de la célula nerviosa contigua. En los puntos de contacto entre las neuronas, denominados sinapsis, el axón secreta pequeñas cantidades de sustancias que actúan como mensajeros químicos (neurotransmisores). Estas sustancias estimulan los receptores de las dendritas de la neurona contigua para que esta produzca una nueva corriente eléctrica. Los distintos tipos de nervios utilizan diferentes neurotransmisores para transmitir los impulsos a través de las sinapsis. Algunos de los impulsos estimulan la neurona siguiente, mientras que otros la inhiben.
El encéfalo y la médula espinal también contienen células de sostén llamadas células gliales. Existen diversos tipos, entre los que se encuentran los siguientes:
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Astrocitos: estas células proporcionan los nutrientes a las neuronas y controlan la composición química de los fluidos que las rodean, permitiendo así que las neuronas se desarrollen. También influyen en la frecuencia en la que las células nerviosas envían impulsos y así regulan el grado de actividad que puede alcanzar determinados grupos de células.
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Oligodendrocitos: estas células producen mielina, una sustancia grasa que aísla los axones del nervio y acelera la conducción de los impulsos a través de las fibras nerviosas.
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Células progenitoras gliales: estas células pueden producir nuevos astrocitos y oligodendrocitos para reemplazar las células destruidas por las lesiones o trastornos. Las células progenitoras gliales están presentes en todo el cerebro en los adultos.
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Microglía: estas células ayudan a proteger el encéfalo frente a infecciones y colaboran en la eliminación de los restos de células muertas.
El cerebro y la médula espinal están formados por materia gris y materia blanca.
La sustancia gris se compone de cuerpos de las células nerviosas, dendritas y axones, células gliales y capilares (los vasos sanguíneos más pequeños del organismo).
La sustancia blanca contiene relativamente muy pocas neuronas y se compone principalmente de axones recubiertos con muchas capas de mielina y oligodendrocitos que forman la mielina. La mielina es lo que hace que la sustancia blanca sea blanca. (La mielina acelera la conducción de los impulsos nerviosos, ver Nervios.)
Las neuronas van, de manera regular, aumentando o disminuyendo el número de conexiones entre ellas. Este proceso explicaría en parte cómo aprendemos, nos adaptamos y formamos recuerdos. No obstante, el encéfalo y la médula espinal raramente producen nuevas neuronas. Una excepción es el hipocampo, un área del cerebro que participa en la formación de los recuerdos.
El sistema nervioso es un sistema de comunicaciones extraordinariamente complejo, que envía y recibe simultáneamente un volumen considerable de información. Sin embargo, es vulnerable a las enfermedades y a las lesiones, como se indica en los ejemplos siguientes:
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Las neuronas pueden sufrir un proceso degenerativo que cause la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Huntington o la enfermedad de Parkinson.
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Los oligodendrocitos pueden inflamarse y perderse, causando esclerosis múltiple.
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Las bacterias o los virus pueden infectar el encéfalo o la médula espinal, dando lugar a encefalitis o a meningitis.
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Si se obstruye el riego sanguíneo al encéfalo se producirá un accidente cerebrovascular.
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Los traumatismos o los tumores también pueden causar una lesión estructural en el encéfalo o en la médula espinal.