El cáncer de hígado metastásico es más frecuente que el cáncer de hígado primario y a veces es la manifestación inicial de un cáncer procedente del tubo digestivo, las mamas, los pulmones o el páncreas.
Signos y síntomas
Las metástasis hepáticas tempranas pueden ser asintomáticas. En general, los síntomas inespecíficos del cáncer (p. ej., pérdida de peso, anorexia, fiebre) son los primeros en aparecer. El paciente podría presentar hepatomegalia dura o dolorosa, pero la hepatomegalia masiva con nódulos palpables con facilidad indica una enfermedad hepática avanzada. Los soplos hepáticos y el dolor pleurítico con un roce suprayacente son poco frecuentes pero patognomónicos. En ocasiones se desarrolla esplenomegalia, en especial cuando el cáncer primario es pancreático. La siembra peritoneal tumoral concomitante puede producir ascitis, pero la ictericia suele ser leve o estar ausente en el período inicial, salvo cuando un tumor causa obstrucción biliar.
En el estadio terminal, la ictericia progresiva y la encefalopatía hepática predicen la muerte del paciente.
Diagnóstico
Las metástasis hepáticas se sospechan en pacientes que experimentan pérdida de peso y hepatomegalia o que presentan tumores primarios capaces de diseminarse al hígado. Si se sospechan metástasis, suele solicitarse un hepatograma, pero los resultados en general son inespecíficos. Las concentraciones de fosfatasa alcalina, gamma-glutamil transpeptidasa y, a veces, lactato deshidrogenasa (LDH) aumentan en forma típica antes o en mayor medida que otras pruebas, pero las concentraciones de aminotransferasa varían. Los estudios de diagnóstico por imágenes poseen adecuada sensibilidad y especificidad. La ecografía suele ser útil, pero la TC o la RM con contraste suelen ser más precisas.
La biopsia hepática bajo guía de imágenes permite arribar al diagnóstico de certeza y se indica si las otras pruebas producen resultados ambiguos o si la información histológica (p. ej., tipo celular de las metástasis hepáticas) puede ayudar a definir el plan terapéutico.
Tratamiento
El tratamiento depende de la extensión de las metástasis.
Cuando el paciente presenta metástasis solitarias o muy pocas metástasis secundarias a un cáncer colorrectal, la resección quirúrgica podría prolongar la supervivencia.
De acuerdo con las características del tumor primario, la quimioterapia sistémica podría reducir el tamaño tumoral y prolongar la vida, pero no es curativa. En ocasiones, la quimioterapia intraarterial hepática produce el mismo efecto pero con menos efectos adversos sistémicos o efectos más leves.
En ciertos casos, la radioterapia en el hígado reduce el dolor intenso secundario a las metástasis avanzadas, pero no prolonga la vida. La enfermedad extensa es fatal y se maneja en forma óptima con medidas paliativas para el paciente y de sostén para la familia (ver El paciente moribundo).
Neoplasias hematológicas e hígado
El hígado se compromete con frecuencia en pacientes con leucemia avanzada y trastornos hematológicos relacionados. Estas enfermedades no requieren biopsia hepática. En el linfoma hepático, en especial en el linfoma de Hodgkin, la extensión del compromiso hepático determina el estadio y el tratamiento, pero puede ser difícil de evaluar. La hepatomegalia y las alteraciones del hepatograma podrían reflejar una reacción sistémica al linfoma de Hodgkin más que una diseminación al hígado, y la biopsia suele mostrar infiltrados mononucleares inespecíficos localizados o granulomas de significado incierto. El tratamiento está destinado a la neoplasia hematológica.